El cervantismo está de luto. Ese grupo de estudiosos (y de entusiastas aficionados) que se dedican desde el siglo XVIII a desentrañar los misterios de la vida y de la obra de Cervantes, de analizar y comentar sus textos y de mostrar al mundo la riqueza de su recepción y de su influencia en la cultura mundial, ha perdido a una de sus figuras más relevantes, a un investigador incansable, tenaz y modesto, a una de esas personas que era capaz de ser demoledor con una sonrisa y cariñoso con la frialdad de la que solo un espíritu inglés puede hacer gala.
No sé si fue por esa infancia y esa adolescencia plagada de viajes y de culturas y de lenguas diversas (su padre trabajó en el British Council, de ahí que naciera Anthony en China y que aprendiera español en tierras chilenas), pero lo cierto es que Anthony Close luchó toda su vida contra los totalitarismos, contra las “verdades definitivas" y los lugares comunes.
Así lo hacía en su vida personal y también en la académica. En más de una ocasión le vi revolverse en su butaca mientras un ponente en un congreso afirmaba, una y otra vez, que las teorías que estaba exponiendo eran en realidad verdades que todos debíamos aceptar sin dudas ni objecciones, como si se tratara de una reencarnación en nuestros tiempos del mismo Cervantes, de lo que incluso Cervantes no era capaz ni de sospechar mientras rellenaba folios y folios con sus personajes, sus historias, sus textos.
Y en el momento del coloquio, escondiendo su malestar detrás de una sonrisa y de unas palabras de cortesía, era capaz Anthony de hilar argumentos y datos que venían a enterrar las recién escuchadas revelaciones en los más hondo de la tumba del olvido filológico.
No tuve la suerte de escuchar a Anthony Close en sus clases, tanto en Birmingham, en su corta estancia de dos años como Lecturer, como en Cambridge, donde desarrolló su carrera profesional. Pero sí que llegan ecos de su magisterio en el recuerdo de sus alumnos. Uno de ellos, Rodrigo Cacho coordinó un volumen de homenaje, que publicó el Centro de Estudios Cervantinos en el año 2009, con el título, tan significativo, de: El ingenioso hidalgo (Estudios en homenaje a Anthony Close).
En Un brindis a un amigo que escribió Rodrigo Cacho como introducción al volumen destaca la cercanía de Anthony Close, su sentido envidiable de la amistad y ese huir de los oropeles y de las medallas, ese saber relativizar las famas del presente, que serán polvo en el futuro, meras inscripciones en el ampuloso memorial del olvido: “Pero Anthony no es sólo un gran humanista, sino también un hombre recto y modesto que ha cultivado junto al estudio de la literatura el arte de la amistad; y no puedo dejar de escribir estas líneas con la inevitable impresión de que un homenaje a su carrera le parecerá, como él suele decir, ‘una pamplina".
Y lo que no son, en absoluto, una pamplina son las cientos de páginas que ha escrito, y que ha permitido desentrañar algunos de los misterios más complicados del cervantismo, así como de otros autores de los Siglos de Oro (Garcilaso de la Vega, Mateo Alemán, Tirso de Molina, Gracián…) e incluso contemporáneos (Foucault o Salman Rushdie, entre otros). Pero hay dos obras que quiero rescatar, dos obras que han sido la columna vertebral de sus investigaciones, que nacieron en la espléndida tesis que le dirigió Ted Riley en el Trinity College de Dublín allá por 1965. Dos obras que en los últimos años han sido traducidas al español, permitiendo su difusión más allá de los círculos académicos: La concepción romántica del Quijote (Barcelona, Crítica, 2005) y Cervantes y la concepción cómica de su tiempo (Alcalá de Henares, Centro de Estudios Cervantinos, 2007).
Estas dos obras han modificado en gran medida la forma de entender la obra de Cervantes, tanto en su momento como en la posterior recepción romántica que, como bien ha demostrado el profesor Close, pone las bases de una particular forma de entender al autor complutense y sus textos, que aún hoy se mantiene, en que el escritor alcalaíno se viste de galas únicas y se aleja, de manera inexplicable, de su tiempo, como si no hubiera vivido en la Monarquía Hispánica que es capaz de gozar de las victorias más sorprendentes (como Lepanto) y de sufrir una decadencia cada vez más galopante e insufrible.
Cervantes es, sin duda, una maestro literario de lo cómico, pero hasta la obra de Anthony Close esta “comicidad" no se había situado en el contexto de su tiempo, no se había hecho una radiografía completa de cómo las ideas de lo cómico se habían ido transformando a lo largo del siglo XVI y cómo este nuevo mapa se va fraguando en distintas obras, cada una con su personalidad, en la que Cervantes termina por ofrecer su fórmula, su visión, que sólo puede ser entendida realmente cuando se proyecta contra el telón de fondo de sus contemporáneos; y, por encima de todos ellos, por encima del Guzmán de Alfarache de Mateo Alemán.
El pasado viernes murió de un infarto Anthony Close, uno de los más grandes cervantistas de todos los tiempos. Su obra ha venido a iluminar muchos espacios aún oscuros en nuestra comprensión del pasado; su vida ha sido un buen ejemplo para tantas generaciones, en que la dialéctica y el diálogo le convirtieron en uno de los caballeros de la filología y del cervantismo. Recuerdo a Anthony Close sonriendo, siempre sonriendo (como en esta foto tomada en un viaje compartido a la ciudad cervantina mexicana de Guanajuato). Y así debemos leer sus obras, recordarlas y aprender de ellas: con una sonrisa de admiración y de respeto, sabiendo que él siempre está detrás exigiéndonos que dudemos de todo y, sobre todo, de las grandes verdades, de cualquier tipo de totalitarismo académico.
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