El modernismo representa el cansancio de una sociedad gastada

  La agitación, la fiebre de la vida contemporánea se refleja en la literatura con la epiléptica movilidad de nuestra inquieta psiquis. El modernismo representa el cansancio de una sociedad gastada, el agnosticismo en Teología, la experimentación sin filosofía en la Ciencia; el oportunismo en Derecho y en Política; el Arte caprichoso y subjetivista. Nada de sólido, de durable, de indiscutible; el mobiliario inconsistente y gracioso que no pasará de una a otra generación, y se relevará por el vértigo de la moda; el aparato que salva la dificultad del momento, aunque se destruya y reponga en breve plazo; la estética impresionante sin la seriedad del estudio ni el culto de la admiración; la revista legible en el café o en el tranvía, preferida al libro que impone la meditación en la soledad del gabinete; la noticia en lugar del artículo doctrinal; el grabado en vez de la reseña; la vida al día, al instante, desligada del ayer, sin previsión del mañana. Signo general de la época, impulso superficial e irreverente, más propio del genio americano que de la gravedad europea, nervioso y desorientado, se goza en hollar prestigios, vulnerar preceptos, pulverizar gramáticas y escarnecer tradiciones, anhelando el deslumbramiento, el éxito pasajero, satisfecho con épater le bourgeois y desdeñoso con la minoría, la santa minoría de los escogidos.

MARIO MÉNDEZ BEJARANO





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