Es la muerte y yo pienso en el intestino. Pienso en la manera de arreglar el intestino y se trata de la muerte

 De pronto sintió el viejo dolor sordo tan conocido, siempre lo mismo, silencioso, serio. Le vino a la boca el desagradable sabor de siempre. El corazón se le oprimió. La cabeza empezó a darle vueltas. "¡Dios mío, Dios mío! -articuló-. Otra vez, otra vez; y esto no se acabará nunca." Y de súbito la cosa se le apareció en un plano totalmente distinto. "¡El intestino ciego, el riñón! -se dijo-. El asunto no reside en el intestino ciego ni en el riñón, sino en la vida y... la muerte. Sí, estaba la vida y se va, se va y no puedo retenerla. Sí. ¿Para qué engañarme? ¿Acaso no resulta evidente para todos, menos para mí, que me estoy muriendo y que de lo único que se trata es del número de semanas, de días; que me puedo morir ahora mismo? Era la luz y ahora son las tinieblas. ¡Estaba aquí y ahora voy allá! ¿Adónde?" Una sensación de frío se apoderó de él. Su respiración se detuvo. Lo único que sentía eran los latidos de su corazón.

"¿Qué me ocurrirá cuando no exista? No pasará nada. ¿Dónde estaré cuando no exista? ¿La muerte? No, no la quiero." Se puso en pie de un salto, quiso encender la luz, buscó con manos temblorosas, tiró al suelo la vela con el candelero y de nuevo se dejó caer hacia atrás, -sobre la almohada. "¿Para qué? Es lo mismo -se dijo, mirando con los ojos abiertos a la oscuridad-. Sí, la muerte. Y ninguno de ellos lo sabe ni quiere saberlo; no les inspiro lástima. Están cantando. (Se oían, lejanos, las voces y los retornelos.) Les da lo mismo. ¡Imbéciles! Yo antes y ellos después; también les llegará la vez. Y se divierten. ¡Animales!" La cólera le sofocaba. Le invadió una insoportable sensación de sufrimiento. No podía ser que todos estuviesen condenados siempre a este horroroso miedo. Se levantó. "Hay algo que no es así. Debo tranquilizarme, debo pensarlo todo desde el principio." Y empezó a recapacitar. "Sí, al comienzo de la enfermedad. Me di un golpe en el costado y, sin embargo, seguí lo mismo que antes, entonces y al día siguiente; sentía cierto dolor, que luego fue en aumento; vinieron los doctores, después el abatimiento, la angustia, y otra vez los doctores; y yo seguía acercándome más y más al abismo. Perdía energías. Me he ido acercando, acercando. Y ahora me encuentro en el último extremo; me falta la luz de los ojos. Es la muerte y yo pienso en el intestino. Pienso en la manera de arreglar el intestino y se trata de la muerte. ¿Es en realidad la muerte?" De nuevo se sintió dominado por el espanto; jadeante, se inclinó para buscar las cerillas y empujó con el codo la mesilla. Le molestaba y le producía daño. Se enfureció contra ella, empujó con más fuerza y la tiró al suelo. Desesperado, anhelante, se dejó caer de espaldas esperando que la muerte sobreviniera en aquel mismo instante.




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